martes, 22 de mayo de 2012

¿Cómo empezar de cero cuando mi vida quedó varada en menos uno?




Y lo único que tengo que pensar es que son solamente crisis que tengo que superar, solamente eso. No es nada más. ( Debo repetirlo hasta creerlo.)

Nunca dejen las puertas o las ventanas abiertas porque hay almas perdidas que quieren volar.

Me duele, y nadie se imagina cuánto. Ya no es un sentimiento, es un estado. No me siento sola, ESTOY
sola. La gente que se suponía que debería estar conmigo, hoy no está. Se borran, desaparecen, no contestan llamados ni mensajes de texto, no responden ante mis gritos desesperados de auxilio.
Siento que para muchos soy invisible, que lo único que ven en mí son cortes, intentos de
suicidio, o crisis. Vivo en crisis, es verdad, pero sigo viviendo igual. Estoy acá, respiro, hablo, lloro, pero, aun así, nadie puede verme. Sin otro remedio, me resigno a vivir de esta manera, invisible para el mundo, rechazada por mí. No puedo quererme, no, mientras alguien no me demuestre que vale la pena...
Siempre me pregunté qué se sentía antes de morir. Pensé que nunca lo iba a saber, pero hoy
puedo decir que conocí la muerte. La viví y la vivo constantemente. Ver que mi familia se sumergen la angustia me mata. Ver que mis amigas no están, no las siento. Ver que lo más lindo de la vida se rompe, al tiempo que yo me quiebro. Ver que pierdo todo y me quedo con menos que nada. Estoy sola, ya no tengo con quién reír, ni con quién llorar. No tengo vida, no tengo nada más. Estoy cansada. Estoy cansada de vivir cuando deseo
morir. Estoy cansada de esconder mi llanto, mi pena, mi alma. Quizá me lo merezca, como
escuché que me decían alguna vez. Tal vez deba pagar con la soledad y la angustia todo el dolor que ocasioné durante tantos años. Los lastimé y no tuve piedad. Pido perdón, perdón por todo. Sé que algún día verán que los amé de verdad.
No Llores porque muero, alégrate porque alguna vez estuve viva.
Siempre dije que mi mente era mi peor enemiga... que nadie podría hacerme más daño del
que podría hacerme yo misma. Pero creí morir cada vez que alguna de las personas que
amaba me abandonaba.
Empecé con cortes, seguí con pastillas, todo esto por dolor. Porque no soportaba que se
alejaran de mí, aun cuando fuera necesario.
Porque los demás jugaban a ser felices mientras yo moría de angustia. Mi angustia, ¡qué tema complicado!
No sólo llevaba el dolor que se padece al tener tanto sobrepeso, sino que también tenía
que cargar con las intimidantes discriminaciones de mis compañeros de colegio.
Tampoco quiero echarles la culpa porque, al fin y al cabo, yo decidía ponerme mal por esas
cosas.
Retomando, quería ser como ellos, quería reír, sentirme feliz, pero me sentía pésimo, no
quería vivir, me costaba e incluso hasta me dolía hacerlo. Estaba entrando, casi sin darme
cuenta, en una terrible depresión que me llevaría a la destrucción total. Encontraba distintas
formas de maltratarme, de agredirme; me odiaba, por lo tanto, lo merecía. Me discriminaba
no (solamente) por ser gorda, sino por ser YO. Sufría por vergüenza, sufría por temor, sufría
por rechazos, sufría por todo, por cualquier cosa. Sufría por sufrir, porque siendo lo que era
(gorda, estúpida, inútil) no tenía derecho a nada, o, al menos, ésa era mi teoría.
Me odiaba, no podía mirarme al espejo sin intentar romperme la cara en el acto. Quería esconderme del mundo encerrándome en mi habitación para no salir nunca más. Quería encenderme el pelo, quemarme viva. Sentía que moría, pero no tenía síntomas de haber muerto. Esperaba la muerte a cada segundo, lo deseaba. Muchas veces me imaginé, mientras caminaba por la calle, tirarme debajo de un colectivo o de un camión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario